Martes 25 Noviembre
Presencia
Señor, Tú siempre estás ahí
esperándome.
Que nunca esté demasiado ocupado para
encontrar tiempo para estar en Tu presencia.
Libertad
Tu muerte en la Cruz me ha liberado.
Puedo vivir alegre y libremente,
sin miedo a la muerte.
Tu misericordia no tiene límites.
Conciencia
Ser consciente de algo es tener conciencia de ello. Querido Señor, ayúdame a recordar que Tú me diste la vida. Gracias por el regalo de la vida. Enséñame a ir más despacio, a estar quieto y a disfrutar de los placeres creados para mí; a ser consciente de la belleza que me rodea: la maravilla de las montañas, la calma de los lagos, la fragilidad del pétalo de una flor. Necesito recordar que todas estas cosas vienen de ti.
La Palabra de Dios
Lucas 21:5-11 LBLA5Y mientras algunos estaban hablando del templo, de cómo estaba adornado con hermosas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo: 6 En cuanto a estas cosas que estáis mirando, vendrán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea derribada.
7Y le preguntaron, diciendo: Maestro, ¿cuándo sucederá esto, y qué señal habrá cuando estas cosas vayan a suceder? 8Y Él dijo: Mirad que no seáis engañados; porque muchos vendrán en mi nombre, diciendo: «Yo soy el Cristo», y: «El tiempo está cerca». No los sigáis.
9Y cuando oigáis de guerras y disturbios, no os aterroricéis; porque estas cosas tienen que suceder primero, pero el fin no sucederá inmediatamente. 10Entonces les dijo: Se levantará nación contra nación y reino contra reino; 11habrá grandes terremotos, y plagas y hambres en diversos lugares; y habrá terrores y grandes señales del cielo.
Inspiración
Jesús predice la destrucción de Jerusalén en el año 70 d.C. A medida que nos acercamos al final del año litúrgico, nos centramos en el fin del mundo. Para cada uno de nosotros, el fin del mundo será cuando muramos y nos encontremos con Jesús, a quien el Padre ha entregado todo el juicio. Pidamos la gracia de estar preparados para el día de nuestra propia muerte, y que sea un encuentro gozoso con Aquel que se ha convertido, como dijo G. M. Hopkins en su poema “La linterna fuera de las puertas”, en “nuestro primer, mortificado y último Amigo”.
Conversación
Tus propias palabras, Señor, me enseñaron a rezar.
El hermoso «Padre Nuestro»
contiene todo lo que me gustaría decir.
Conclusión
Doy gracias a Dios por estos pocos momentos que hemos pasado juntos a solas y por cualquier detalle que se me haya dado sobre el texto.
Amén
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