Domingo de la tercera semana de Adviento
Oración inicial
Señor, mi alma te espera. Ayúdame a calmarme y a confiar en que este momento de oración me renovará e iluminará mientras escucho tu palabra con esperanza.
Escritura
Mateo 11:1-11 LBLA
Y sucedió que cuando Jesús terminó de dar instrucciones a sus doce discípulos, se fue de allí a enseñar y predicar en las ciudades de ellos.
Y al oír Juan en la cárcel de las obras de Cristo, mandó por medio de sus discípulos 3 a decirle: ¿Eres tú el que ha de venir, o esperaremos a otro? 4 Y respondiendo Jesús, les dijo: Id y contad a Juan lo que oís y veis: 5 los ciegos reciben la vista y los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos son resucitados y a los pobres se les anuncia el evangelio. 6 Y bienaventurado es el que no se escandaliza de mí.
Mientras ellos se marchaban, Jesús comenzó a hablar a las multitudes acerca de Juan: ¿Qué salisteis a ver en el desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? Mas, ¿qué salisteis a ver? ¿Un hombre vestido con ropas finas? Mirad, los que usan ropas finas están en los palacios de los reyes. Pero, ¿qué salisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y uno que es más que un profeta. Este es de quien está escrito:
«He aquí, yo envío mi mensajero delante de tu faz,
quien preparará tu camino delante de ti».
En verdad os digo que entre los nacidos de mujer no se ha levantado nadie mayor que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el reino de los cielos es mayor que él.
Reflexión
Jesús dijo: «Nadie es más grande que Juan el Bautista» y, sin embargo, tenía dudas cuando fue encarcelado y tuvo tiempo de reflexionar. ¿Por qué nos sorprendemos cuando tenemos dudas o cuestionamos nuestra fe? Juan nos muestra el camino al llevarles a Dios en la oración. Recuerdo un periodo de agotamiento mientras criaba a mi familia. Hacía demasiadas cosas y me esforzaba demasiado, sentía la presión de estar a la altura de grandes expectativas y pensaba que todo dependía de mí. Me obligó a ser sincera conmigo misma y a hacerme algunas preguntas difíciles, como «¿Quién soy?» y «¿De qué va la vida?». Lo único que podía hacer era visitar un oratorio todos los días, lo que me daba tiempo para reflexionar y bajar el ritmo. Desde entonces, me parece que hacer retiros, pasar tiempo en la naturaleza y agradecer el don de mi vida me han ayudado a encontrar la alegría, confiando en la lenta obra de Dios. Su presencia está siempre con nosotros, esperando escuchar nuestras preguntas, luchas y dudas. Al acercarse la Navidad, con todos los preparativos, puede que nos preguntemos dónde está Dios en el caos que nos rodea. Ralentizarnos mediante la reflexión orante nos ayudará a mantenernos centrados en lo que es importante en el momento presente. Entonces podremos, con el ejemplo, señalar a la gente hacia Dios esta Navidad y ayudarles a ver el camino de la paz y la alegría.
Oración de reflexión
Señor, cuando surjan dudas y preguntas en mi interior, ayúdame a no apartarme.
Enséñame a ir más despacio y a presentarte mis luchas con sinceridad.
En los momentos de prueba, recuérdame que la fe crece en silencio.
Déjame descansar en tu presencia y confiar en tu obra lenta y paciente en mi interior.
Oración final
«Procura mantener tu alma siempre en paz y tranquila, dispuesta siempre a lo que el Señor quiera obrar en ti. Es ciertamente una virtud superior del alma, y una gracia mayor, poder gozar del Señor en diferentes tiempos y diferentes lugares que en uno solo.»
– San Ignacio de Loyola