Session 2: Living in balance
Quietud
Tómate un momento para quedarte quieto mientras comenzamos esta sesión:
Presta atención a tu respiración, sin cambiar el ritmo. Observa tu inhalación . . . y tu exhalación . . . observa el ritmo . . la profundidad . . la calidad. . . la temperatura. . . la sensación del aire que entra y sale por tu boca o nariz… respira tres veces más profundamente. . .
Escritura
Juan 12:23-26 LBLA
23 Jesús les respondió, diciendo: Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado. 24 En verdad, en verdad os digo que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, se queda solo; pero si muere, produce mucho fruto.
25 El que ama su vida la pierde; y el que aborrece su vida en este mundo, la conservará para vida eterna.
26 Si alguno me sirve, que me siga; y donde yo estoy, allí también estará mi servidor; si alguno me sirve, el Padre lo honrará.
Reflexión
Éste es uno de los dichos atribuidos a Jesús que suena absurdo. Va en contra de todos nuestros instintos, así como de las ideas psicológicas contemporáneas, de «odiar nuestra vida en este mundo», por no mencionar la aparente promesa de que, si odiamos nuestra vida lo suficiente, conseguiremos conservarla para siempre.
Sin embargo, esta extraña advertencia de la lectura de hoy es una poderosa clave del misterio de lo que la espiritualidad ignaciana llama «desprendimiento». La palabra desprendimiento puede parecer que implica una especie de indiferencia separatista hacia el resto del mundo y las necesidades de los demás. En realidad, en términos de espiritualidad, significa prácticamente lo contrario de esto. Podría expresarse mejor como el arte de estar en equilibrio con todo lo que ocurre, de modo que no nos desviemos del camino ni por el triunfo ni por el desastre, sino que seamos capaces, en palabras de Rudyard Kipling, de «tratar a esos dos impostores igual», negándonos a dejar que se apoderen de nuestra conciencia.
Si hay algo (o alguien) que deseamos desmesuradamente poseer o que deseamos desmesuradamente evitar, ese apego nos roba nuestra libertad interior, y podemos esclavizarnos a él. Dios nos invita a tomar decisiones que no estén determinadas ni por la esperanza de ganar ni por el miedo a perder, sino que broten de lo más profundo de nuestro corazón, donde Dios habita.
El secreto consiste en sentarse con la suficiente ligereza ante todas las cosas y circunstancias creadas, de modo que no nos seduzcan para que tomemos decisiones contrarias a nuestros valores más profundos. Se trata de disfrutar agradecidos de estos dones mientras los tengamos, pero sin derrumbarnos si los perdemos, para que nada en la tierra tenga el poder de socavar nuestro equilibrio espiritual.
Íñigo aprendió esta lección por las malas, a través de la amarga experiencia de su propia vulnerabilidad y compulsiones e incluso, en ocasiones, de su desesperación. No estamos solos cuando recorremos este camino pedregoso.
Esta lectura también es crucial para nuestro camino hacia la transformación por su sorprendente imagen de la semilla que cae en la tierra y muere, antes de que pueda surgir la nueva vida que contiene. Todos sabemos por el mundo natural que así es como se renueva la vida, pero es más difícil asumir que algo en nosotros mismos, en nuestra sociedad o en el orden mundial también tiene que morir si queremos ser libres para pasar a la siguiente etapa de nuestro viaje. Permitir que se produzca este proceso requiere que nos liberemos de nuestro control posesivo sobre estas cosas lo suficiente como para permitir que mueran cuando llegue el momento.
A lo largo de nuestra vida, tendremos que desprendernos de muchas cosas, incluyendo, muy posiblemente, nuestros medios de vida, nuestras relaciones, nuestra salud, nuestra movilidad, nuestras facultades, nuestra seguridad económica, nuestra independencia y, en última instancia, la propia vida física. El proceso de desapego es un reto permanente. Jesús nos advierte sobre él, pero también nos enseña a abrazarlo y nos acompaña a través de él al experimentar tantas pérdidas humanas en su propia vida terrenal.
Habla con Dios
Examina detenidamente tu propia vida esta semana. ¿Hay algo a lo que te aferres excesivamente o sin lo que sientas que no podrías vivir? ¿Algo que estés decidido a conseguir o lograr a toda costa? ¿Algo a lo que tengas miedo de enfrentarte hasta el punto de hacer todo lo posible por evitarlo? La llamada al desapego te invita a aflojar el control sobre cualquier objetivo terrenal que tienda a apoderarse de tu conciencia, y a disfrutar entonces de la libertad de tomar tus decisiones vitales desde un punto de equilibrio interior.
A veces lo bueno puede ser enemigo de lo mejor. ¿Hay algún aspecto de tu propia vida que, aunque te haga sentir bien, necesites soltar para permitir que surja algo mejor? ¿Es éste un momento en el que nuestro «grano de trigo» humano está cayendo en la tierra y muriendo? ¿Puedes confiar en que esta «muerte» es la condición previa necesaria para que surja una nueva vida? ¿Podría lo que vemos como una amenaza para nuestro bienestar convertirse en un camino hacia nuestro bienestar? ¿Qué esperanzas tienes de cómo podría ser ese bienestar humano?
La última parte de la lectura de hoy es una instrucción muy clara: servir y seguir. A medida que avancemos en nuestro camino, iremos descubriendo más sobre lo que significa servir a Dios y a los demás, y seguir a Jesús para caminar por la senda del amor. Observa que Jesús nos pide repetidamente que le sigamos, no que adoremos, sino que sigamos, no sólo que hablemos, sino que cumplamos lo que decimos. ¿Qué significa esta llamada para ti personalmente?
Anota en tu diario cualquier cosa que hayas aprendido de tu oración esta semana, cualquier cosa a la que puedas estar aferrándote, o de la que tengas miedo, o cualquier cosa que sientas que, como la semilla, ha muerto y ha caído en la tierra.
Podríamos, esta semana, rezar pidiendo la gracia de reconocer y abrazar nuestra propia vulnerabilidad, confiando en que la muerte de la semilla de todo lo que pensamos que somos, puede liberar el nuevo crecimiento de todo lo que podemos llegar a ser.