La naturaleza como lugar sagrado

Los jardines ofrecen infinitas posibilidades a los místicos en ciernes. Son lugares seguros, lugares de vida, rebosantes de belleza. Donde haya un jardín, habrá agua y seres vivos con su variada belleza. Charles Darwin, aunque recordado como el gran defensor de la evolución, se veía a sí mismo principalmente como un contemplador del mundo natural. Pasó gran parte de su vida contemplando las cosas más sencillas, y termina su gran obra, El origen de las especies, señalando: «Es interesante contemplar un entramado terraplén…». Este humilde grupo que estudió, estaba revestido de muchas plantas, con pájaros que cantan, insectos que revolotean y gusanos que se arrastran por la tierra húmeda. Esto le lleva a reflexionar que «estas formas tan elaboradamente construidas, tan diferentes entre sí y dependientes unas de otras… han sido todas producidas por leyes que actúan a nuestro alrededor».

Así pues, busca tu terraplén entramado, contémplalo, medita sobre su larga historia y reflexiona sobre lo que intenta decirte. Deja que éste sea tu lugar sagrado donde te enamores del mundo natural y de su creador. Deja que el tapiz de la vida cobre vida bajo tu mirada. Quizá puedas exclamar, como Darwin: «Ha sido para mí un día glorioso, como dar ojos a un ciego»
Brian Grogan SJ, Encontrar a Dios en una Hoja: El misticismo de Laudato Si’