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ALGO EN LO QUE PENSAR Y REZAR ESTA SEMANA

Dios es nuestro deseo más profundo

Para la Iglesia, María es un modelo de fe, caridad y discipulado. En el Magnificat, hay una cuarta cualidad que sustenta cada una de las otras. María es vista como un modelo de anhelo: nos ayuda a reconocer qué es lo que queremos.
El Magnificat comienza así: "Proclama mi alma la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en Dios, mi Salvador" (Lc 1,46-47). Observamos que María no dice que sea feliz. La felicidad puede ser una satisfacción que encontramos durante un tiempo en la vida, mientras que la alegría tiene una cualidad incansable, un anhelo. Existe una expectativa de lo que buscamos, una anticipación dolorosa y maravillosa. Es un poco como la experiencia de los niños en Nochebuena, esperando a ver qué les traerá Papá Noel. Recuerdo esta experiencia de expectación mucho mejor que cualquier regalo que haya abierto.

Imagino que María le estaba contando a Isabel una experiencia de Nochebuena mucho más intensa y plena que la de los niños que esperan regalos. Eso es porque ella anhela lo que lleva en su seno: a Dios. Acoge con satisfacción su misión de dar a luz al Salvador. Ahora desea siempre lo que su Hijo y Dios, nuestro Padre, desean para su vida y, a través de ella, para la vida del pueblo de Dios.

Cada vez que alcanzamos un hito o conseguimos algo que llevamos tiempo persiguiendo, el resplandor de satisfacción no dura mucho. Siempre aparece algo más para seducirnos. La razón de que esto ocurra es que no sólo queremos cosas bellas, sino la belleza misma; no queremos tal o cual cosa buena, sino la bondad misma. En resumen, queremos a Dios. Dios es nuestro deseo más profundo.

Eamonn Walls SJ, El Mensajero del Sagrado Corazón, mayo de 2023


Recordamos en este momento...

Rezamos por nuestro recién elegido Papa León XIV para que su reinado como Vicario de Cristo se caracterice por un humilde servicio al pueblo de Dios, como expresa tan acertadamente uno de sus títulos pontificios, Siervo de los Siervos de Dios.

Hacemos eco de su cordial llamamiento a la paz, recogiendo con convicción su grito: «¡Nunca más la guerra!».

El Papa León ha elegido como lema una frase profundamente arraigada en su tradición agustiniana: «En el Uno, somos uno».

Esta poderosa afirmación encuentra su origen en la reflexión de San Agustín sobre el Salmo 127:

«Cristo -cabeza y cuerpo- es un solo hombre. ¿Y qué es el cuerpo de Cristo? Su Iglesia. Aunque los cristianos somos muchos, en el único Cristo somos uno. Somos muchos y somos uno, porque estamos unidos a Él, y si nuestra Cabeza está en el cielo, los miembros la seguirán».

Estamos llamados a vivir como un solo cuerpo en Cristo. Que nuestras acciones de cada día nos impulsen hacia esa unidad divina.


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