Oración para celebrar la vida de nuestros difuntos

Noviembre es un mes para rezar por nuestros difuntos y para celebrar sus vidas. Tenemos recuerdos de quienes nos han precedido. Tenemos un tesoro de buenos recuerdos de familiares cariñosos y quizá algunos recuerdos dolorosos de separación y reconciliación; hay recuerdos de la escuela, del barrio y de innumerables pequeñas bondades.

En el momento de la muerte, podemos mirar atrás y ver que muchas cosas inesperadas de la vida valieron la pena y nos aportaron felicidad, aunque fueran difíciles en su momento. Nuestra fe nos ayuda con esos recuerdos dolorosos de los demás, tanto si los echamos de menos como si lamentamos alguna parte de nuestra relación con ellos. Ahora están con Dios y en la plenitud del amor, quizá con arrepentimiento por las faltas, los pecados y los fallos. Con Dios estaremos lo mejor posible en la eternidad.

Una lectura funeraria popular es la del «tiempo para todo» del Eclesiastés. El momento de nuestra muerte no lo elegimos nosotros. No es que Dios tuviera planeada la fecha de la muerte, sino que el cuerpo tiene su propio «reloj» y sólo puede durar un tiempo. En ese momento Dios está cerca, muy cerca, cerca para darnos la bienvenida a casa.

La liturgia fúnebre recuerda con agradecimiento la vida de una persona, pero también se enfrenta a la pregunta: ¿dónde está ahora? Todo lo que podemos decir es que veremos a Dios cara a cara y, de algún modo misterioso, nos reuniremos con todos aquellos a quienes conocimos y amamos en la tierra.

En cada funeral, cada uno de nosotros puede llevarse algo que obtuvo al conocer a la persona fallecida: su ayuda, sus oraciones, su amor. Incluso en la tristeza podemos salir de nuestros rituales funerarios y responder a la pregunta: «¿Cómo mejoró mi vida esta persona?».

Donal Neary SJ, El Mensajero del Sagrado Corazón, noviembre de 2023