Dios es nuestro deseo más profundo
La imagen popular de un místico es la de alguien que pasa mucho tiempo solo en oración solitaria, aislado del mundo que le distrae. Sin embargo, ¡el misticismo de la naturaleza es un regalo para todos el pulbico! Puede que no seas una persona que pase mucho tiempo a solas con Dios, pero al contemplar la naturaleza, ¿crece en ti el asombro, la conciencia de que cada pedacito de la creación te canta una canción y te invita a captar su melodía? ¿Surgen en ti sentimientos de asombro cuando pasas pequeños momentos de vez en cuando maravillándote ante lo que la naturaleza sigue inventando? Cuando te preocupa el desorden de la vida, ¿puedes envolverlo en gratitud por la firmeza de las leyes de crecimiento de la naturaleza? ¿Puedes albergar la esperanza de que quizá Dios no haya abandonado este caótico mundo nuestro a sus propios dispositivos destructivos, sino que está trabajando creativamente para devolverle la belleza que se propone?
El Papa dice:
Sentir que cada criatura canta el himno de su existencia es vivir gozosamente en el amor y la esperanza de Dios. Esta contemplación de la creación nos permite descubrir en cada cosa una enseñanza que Dios quiere transmitirnos, pues para el creyente contemplar la creación es oír un mensaje, escuchar una voz paradójica y silenciosa. (Laudato Si, 85)
Para ser místico, pues, no tienes que ser una persona a la que se le desgasten las rodillas -aunque Dios atrae a algunos corazones a esa intimidad silenciosa-. Todo lo que tienes que hacer es mirar larga y amorosamente a la creación, y dejar que hable a tu corazón.
Brian Grogan SJ, Encontrar a Dios en una hoja: La mística de Laudato Si’