El alma limpia

Para nosotros, en este tiempo de Adviento, estamos llamados a darnos cuenta de que el alma limpia, como la casa limpia, requiere esfuerzo. No ocurre porque sí. Si de verdad queremos que el Señor venga y se quede un tiempo, debemos preparar el camino. Se trata de poner la casa en orden -el alma en orden. En algún lugar y de algún modo, necesitamos volver a oír las palabras del centurión y darnos cuenta de que sus palabras son también las nuestras: «Señor, no soy digno de tenerte bajo mi techo». Para ello, necesitamos un plan de acción, una especie de mapa, que nos guíe en el viaje.

El Sacramento de la Reconciliación proporciona parte de esa ruta en el mapa. Sus coordenadas ya están ahí para nosotros, y el paso inicial podría ser «Bendíceme Padre, porque he pecado».

Vincent Sherlock, Que el Adviento sea Adviento