El Señor viene a los que le buscan con oración

Resulta sorprendente que las viudas suelan tener un perfil muy positivo en los evangelios. En una de las parábolas que contó Jesús, una viuda sigue acudiendo a un juez corrupto para que le haga justicia, hasta que por fin consigue que la tome en serio. Jesús contó esta parábola para animarnos a seguir rezando siempre y a no desfallecer. En otra ocasión, estando Jesús en el Templo de Jerusalén, vio a una viuda que echaba dos monedas de cobre, todo lo que tenía para vivir, en el tesoro del Templo. Jesús llama la atención de sus discípulos sobre ella como modelo de entrega total a Dios. En uno de los evangelios, encontramos a una viuda llamada Ana que nunca salía del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones.

Las viudas eran vulnerables en tiempos de Jesús. Si no tenían hijos, eran especialmente vulnerables. Puede que fuera su propia condición de vulnerabilidad lo que las llevó a encomendarse a Dios. Si no tenían a nadie en quien confiar, podían depender de Dios. Al estar de algún modo solas en el mundo, había un espacio en sus vidas que se llenaba con Dios.

Ana estaba en constante comunión orante con Dios. Era lógico que pasara por allí justo cuando María y José llevaban a su hijo al Templo y Simeón anunciaba en quién se convertiría este niño. Más tarde, Jesús ya adulto diría: «Pedid y se os dará; buscad y hallaréis». Ana era una persona que buscaba al Señor en la oración, y un día encontró al que buscaba. Al encontrarlo, lo compartió con los demás. Habló del niño a todos los que esperaban la liberación de Jerusalén. Tenemos mucho que aprender de esta viuda. Ella nos recuerda que el Señor viene a quienes le buscan con oración, y nos anima a compartir con los demás al Señor que ha venido a nosotros.

Martin Hogan La Palabra de Dios es Viva y Activa