Estar presentes los unos para los otros y para Dios

A menudo me sorprende la forma en que la gente se saluda antes de que empiece la Misa. Es muy evidente que la gente se alegra de verse, y si faltan algunos, otros preguntan por ellos y se preguntan cómo están. La forma en que saludamos a las personas y les damos la bienvenida puede traer una bendición para ellas.

Al llegar a casa de Isabel, en la región montañosa de Judá, María, según se nos dice, saludó a Isabel y, a causa del saludo de María, Isabel se llenó del Espíritu Santo. Sería maravilloso que todos pudiéramos saludar a los demás de manera que el Espíritu Santo cobrara vida en ellos. No sólo fue el saludo de María a Isabel una fuente de bendición para ella, sino que el posterior saludo de Isabel a María fue una fuente de bendición para María.

Al saludar a María, Isabel la declara la más bienaventurada de todas las mujeres, por el hijo especial que llevaba en su seno, y también porque creyó en la palabra de promesa que el Señor le había dirigido por medio del ángel Gabriel.

He aquí un encuentro entre dos mujeres que las acercó a cada una de ellas al Señor. Aquí hay una pauta para todos nosotros. Nuestra vocación es estar presentes ante los demás, saludar a los demás, de un modo que les acerque al Señor y cree un espacio para que el Señor cobre vida más plenamente en su interior.

Martin Hogan La Palabra está cerca de ti, en tus labios y en tu corazón