Ir al «desierto»
La Cuaresma es un tiempo para responder a esa hambre que yace en el núcleo de nuestro ser, el hambre de una conexión más profunda con el Creador, el hambre de experimentar frescura en nuestras vidas, el hambre de lo que realmente anhelamos. ¿Qué mejor lugar para elaborar todo esto que «el desierto»? De vez en cuando, nos vemos abocados al desierto. A veces es una experiencia desagradable y otras veces la anhelamos, en respuesta a un profundo deseo de apartarnos del día a día y dejar espacio en nuestras vidas para la reflexión, está dirigida por el Espíritu y no estamos solos.
Tríona Doherty y Jane MellettEl final profundo: Un viaje con los Evangelios dominicales en el Año de Marcos