Los malos momentos no son prueba de que Dios me esté castigando

En la época de Jesús era común la creencia de que las desgracias que sufría la gente eran un castigo por el pecado. Cuanto más sufría una persona, mayor debía ser su pecado. Jesús rechazó esta noción simplista. En cambio, hizo hincapié en el arrepentimiento, que significa volverse hacia Dios y hacia el prójimo. Como siempre, Jesús nos dice que no miremos sólo hacia fuera, sino también hacia dentro; le preocupa lo que pasa en nuestra cabeza y en nuestro corazón. Quiere que nos preguntemos cómo Dios nos abre a la compasión, nos impulsa al arrepentimiento y nos conduce a la vida.

Extraído de Espacio sagrado: Un pequeño libro de aliento editado por Vinita Hampton Wright (p. 136)