Nuestra estrella guía
A menudo rezamos: «Corazón de Jesús, haz que nuestros corazones sean como el tuyo». Rezamos para tener un corazón tan grande como el de Jesús en compasión y cuidado por toda la creación.
El dios de Herodes en la historia de los Reyes Magos es diminuto, creado a imagen y semejanza de Herodes. Su dios es tan pequeño como su influencia, que no duró, y tan pequeño como la piedra preciosa de su corona. Ha hecho a Dios tan diminuto como el alcance de su corazón, que sólo miraba a los demás por lo que podía conseguir, no por lo que podía dar. Su afán de poder es tan fuerte que mata incluso a niños pequeños que podrían amenazarle. Una parte de él quiso ver y oír a Jesús más tarde en su vida, pero sólo para condenarlo.
¡El Dios de los Reyes Magos era un dios grande! Lo bastante grande como para llevar a los magos por el largo camino hasta Belén. Siguieron la estrella del amor, la bondad, la fe, el valor, la resistencia y la justicia, guiados por una estrella cuya luz, la luz de Dios, nunca falla. Su Dios era lo bastante grande como para ser reconocido en un pequeño bebé. Buscaron y encontraron lo que buscaban, aunque quizá no estuvieran seguros de lo que encontrarían.
La estrella que nos guía es la estrella de los amores y las preguntas, las alegrías y las penas del camino de nuestra vida. Vive en los corazones de todos los que conocemos. Como San Francisco de Asís, no vemos en una multitud de personas una turba, sino el amor y la imagen de Dios multiplicados en todos. Su Dios era amplio y, como Jesús, su cuidado del mundo de Dios se extendía a cada persona creada por Dios, a cada brizna de hierba y a todo lo que tiene vida.
Extraído del Mensajero del Sagrado Corazón, enero de 2023