Visitar y compartir en Navidad
Apenas nos damos cuenta de lo que asimilamos cuando, a nuestra manera, visitamos las casas de los demás: las de los amigos y familiares, las de los desconocidos y vecinos, las de los compañeros de iglesia y tal vez las de aquellos de otras confesiones con los que hemos llegado a compartir las principales celebraciones de nuestras respectivas religiones. Cuando llamamos a la puerta, o tocamos el timbre, tal vez con un regalo o una tarjeta de felicitación a mano, tal vez podríamos dedicar un pensamiento a este encuentro de María e Isabel: la ausencia de celos, la alegría genuina de desempeñar juntos algún papel en el misterio del asombroso plan de Dios, la oportunidad de compartir con una sonrisa y emoción y, sí, una bendición, con otra persona cuya vida en ese momento se cruza con la nuestra. Puede que no tengamos mucho que dar, pero como todos recordaremos de la última estrofa del villancico «En el sombrío pleno invierno», es nuestro corazón el mayor tesoro, y eso se lo podemos dar al Niño Jesús compartiendo lo que tenemos con los demás.
Extraído de Hacia la luz: Lecturas diarias para Adviento y Navidad de John Mann (p.67)